ARAGÓN.
La Ribera Baja del Ebro: una tierra de noriales.
En la zona central del río comienzan los grandes regadíos, mientras que en las tierras de los bordes la sequía, las tierras, y el extremado clima dibujan un paisaje desértico, especialmente en las Bardenas de Navarra y en los Monegros de Aragón.
Llegados a estas tierras, habrá que hacer al menos una alusión que afecta a la historia de la cultura hidráulica y tradicional en nuestro país. Si bien nuestra geografía no facilitó el uso de los ríos como en el resto de Europa, sí hubo grandes proyectos hidráulicos de canales de navegación y de regadíos que, aunque en la mayoría de los casos fueran proyectos utópicos o que no llegaron a desarrollarse por completo, sí demuestran un nivel tecnológico muy importante. No es, por tanto, extraño que los grandes ingenieros y arquitectos del Renacimiento, en tiempos de Felipe II, como lo fueron Sitoni o Lastanosa, a quien se atribuye la autoría de los “Veintiún Libros de los ingenios y las máquinas” , trabajasen en estas tierras o fuesen originarios de ellas.
Las grandes máquinas, como los noriales, molinos y regadíos, son una parte fundamental del gran patrimonio hidráulico de Aragón. No es de extrañar que la dureza de las tierras desérticas agudizara el ingenio para aprovechar su recurso más preciado: el río. Artificios como los molinos de barcazas, los noriales en barcazas, sorprendente y único caso que conocemos en nuestro país , las grandes estructuras en piedra de noriales de regadío, los molinos de regolfo o las máquinas tipo tornillo de Arquímedes, aparecerán muy tempranamente en el Ebro y sobre todo en Aragón. Y si nos acercamos al Siglo de las Luces, la obra es inmensa, con ejemplos como la reforma y ampliación del Canal Imperial de Aragón, cuyas obras se habían iniciado en el siglo XVI, o el puerto y canales de San Carlos de la Rápita, en Tarragona.
Aquellos ilustres ingenieros y arquitectos y otros, como Bernard Forest de Belidor, de procedencia catalana, el ingeniero hidráulico francés más sobresaliente del siglo, nos recuerdan la importancia de la tradición técnica y científica de estas tierras.
En la era de la máquina, a partir del siglo XIX, las modernas técnicas de bombeo para los regadíos nos dejan en Aragón la sorpresa de una máquina de vapor de 1878, de la misma fábrica que realizó parte de la Torre Eiffel o la estación de Orsay en Paris. Y más podríamos añadir, con las invenciones y patente de un molino de mar impulsado por las olas, o diseñadores de turbinas, como el ingeniero hidráulico Francisco Mirapeix Pagés, inventor de numerosos modelos, que desarrolló su vida entre Cantabria y Cataluña. Estamos pues en un eje de tradición tecnológica de amplio significado histórico. (fotografías 14, 15 y 16).
Siguiendo con la descripción de nuestro recorrido, aguas debajo de la ciudad de Zaragoza comienzan los amplios meandros del Bajo Ebro, cuyas aguas son utilizadas para el regadío de amplias zonas próximas a los Monegros, hasta llegar a Sástago y Escatrón, localidades próximas al Monasterio de Nuestra Señora de Rueda.
El río discurre ahora lentamente, debido a su escaso desnivel, ya que la ribera de Sástago está a sólo 140 m. sobre el nivel del mar. Desde Zaragoza, el Ebro apenas ha descendido 50 m., una de las menores pendientes de todo el recorrido. Esta circunstancia, unida a su encuentro con los Monegros, estepas que se encuentran por encima de los 350 m. de altitud, dará lugar a una especial geomorfología, que tendrá su reflejo en una forma de aprovechamiento de las aguas del río muy original.
En los bordes altos del corte fluvial, en terrenos terciarios, hay abundadísimas afloraciones de alabastro (yeso marmóreo), lo que se refleja en la arquitectura y arte monumental de la zona y que, en ocasiones, fueron trasladados en barco hasta el delta del Ebro para la exportación.
Nos relata Madoz, al describir el Lugar de Gelsa que “el terreno es de buena calidad: se benefician 1.400 cahizadas, y la huerta baja, que será poco más de la mitad, se riega con una acequia que toma sus aguas del Ebro por medio de una buena presa. La alta recibe el riego por medio de 3 norias de dicho río”. También cita “un molino harinero con 4 muelas, 2 de aceite y un batán”.
Efectivamente, muy cercano al citado pueblo encontramos hoy día lo que fue un norial de triple rueda, un antiguo molino, la casa del molinero y una fábrica de harina con una maquinaría de finales del XIX, además de una minicentral eléctrica que forman uno de los mejores conjuntos hidráulicos de lo que hemos conocido en el Ebro. (fotografía 17).
En el Bajo Ebro, los meandros envuelven una y otra vez pueblos aupados en pequeñas colinas con el horizonte sinuoso de los Monegros como fondo. En sus muros o en sus iglesias aparecen signos que delatan su relación con el río: “año de 1694 se elo el ebro” o “el 27 de enero de 1658 se eló el ebro” , como reza en la portada de la iglesia de Alforque, junto a otros recuerdos de trágicos acontecimientos.
Sobre Alforque nos describe Madoz que “A la orilla del río se corre una angosta huerta de unas 90 cahizadas, poco más o menos, que se riega con el agua de una noria de azud, cuyo caudal se distribuye por una junta que llaman de regantes”. También dice que “Abunda el terreno en canteras de piedra y yeso todo de buena calidad”.
En cada pueblo encontraremos al menos un azud y un sistema norial, como ocurre en Gelsa, El Conde, Velilla, La Casa de las Norias, Alforque, Alborge, Cinco Olivas, Sástago, La Partilla, Menuza, Gertusa, Tomargo y el Monasterio de Rueda, habiéndose localizado por lo tanto, hasta el momento, trece norias en la zona. (fotografías 18: Gelsa y 19: Velilla).
Es difícil que en ningún otro lugar se dé una concentración mayor de este tipo de artificios hidráulicos, de dimensiones que pueden superar los 16 m de diámetro, como en el caso de la noria del Monasterio de Rueda, recientemente restaurada, que forma parte de un maravilloso y completo conjunto cisterciense, espléndido ejemplo de restauración arquitectónica.
Las norias son el resultado de la aplicación de una tecnología tradicional muy depurada. Su propia existencia ha configurado, además, una imagen socialmente arraigada; incluso forman parte del refranero popular, que utiliza expresiones como la de ser “más gruñón que el gorrón de una noria”.
El río no sólo proporciona los elementos necesarios para los pueblos ribereños, sino que también ofrece materiales adecuados para la construcción de máquinas y artificios. Así, las riberas ofrecen el cañal, que con yesos esteparios permite construir todo tipo de edificaciones; el pino es utilizado para la construcción de las ruedas hidráulicas y cangilones; y las clavijas son de madera de sabina, propia de las tierras altas de la estepa monegrina, mientras otras piezas como las “tajaderas” son de madera de enebro.
Ya lo advirtió Madoz en su diccionario al referirse a esta zona, y en concreto al partido judicial de Caspe “compuesto de 10 poblaciones”. Así, indica que “en la granja de Gertusa, que perteneció al extinguido monasterio de Rueda, existe un famoso pinar doncel de muchos y elevados pinos, cuyas maderas son muy a propósito para las norias, barcas y aun para las prensas de molinos de aceite.” (fotografías 20: Cinco Olivas; 21:Menuza; 22: Monasterio de Rueda y 23: La Partilla).
Elevar el agua: máquinas hidráulicas y de vapor
Las norias se apoyaban en unos grandes muros de hasta nueve metros de altura, de forma escalonada para resistir los empujes del giro y peso de la noria. En la parte superior se recoge y canaliza el agua elevada hacia los canales y acequias a través de un acueducto de cierta importancia en algunos casos. La especial morfología de estas tierras obliga a levantar el agua hasta el mayor límite posible (algo más de 16 m., en el caso del Monasterio de Rueda), y a construir acueductos en el primer tramo de distribución.
Hoy, sin embargo no queda nada de las antiguas ruedas hidráulicas. Un acuerdo entre la extinta Compañía Electrometalúrgica del Ebro y los regantes acabó sustituyendo las viejas ruedas por máquinas eléctricas de bombeo.
Pero la modernización de los bombeos para los regadíos comenzó mucho antes, dado que aún hemos podido localizar una máquina de bombeo a vapor, de la Cia. de Fives de Lille construida en 1889. Es una vieja reliquia de la misma compañía que fabricó las comunicaciones verticales de la Torre Eiffel o la estación del hoy Museo D´Orsay de Paris, según hemos indicado anteriormente.
Otros artificios.
Otra consecuencia de la especial orografía de la zona son las galerías o canales subterráneos. Los meandros han permitido aprovechar la fuerza hidráulica de una forma muy ingeniosa: unir dos de ellos mediante una galería subterránea para aprovechar al máximo el desnivel del río y la ausencia de azudes. Y no es sólo una forma contemporánea de explotación, ya que al menos cuatro centrales hidroeléctricas funcionan en la actualidad con este método, sino que ya se cita en torno a 1850 un túnel en Sástago que, atravesando el pueblo mediante una mina subterránea, unía el azud noreste con el molino que se encuentra en el borde suroeste.
Madoz lo describe así: “Las huertas de Sástago son también muy dilatadas y fértiles ocupando las dos riberas del río Ebro, cuyas aguas sirven para el riego, y se toman por medio de una boquera o azud que hay a 1/2 hora de distancia del pueblo, en donde comienza un acueducto que pasa luego por dentro de un monte a virtud de una suntuosa mina abierta en él; corre después por la falda de otra montaña, atraviesa la población por otra mina hecha en peña sólida, dividiéndose después las aguas, cuya cantidad será de 8 muelas, en los riegos correspondientes”.
Este sistema a modo de “cortas” subterráneas fue utilizado en otras ciudades, siendo de consideración el llamado de Safoni en el gran meandro de la ciudad de Toledo.
Monegros y salinas.
Más alejado del Ebro se encuentra otro paraje, en plenos Monegros zaragozanos, donde se realizaron extracciones de sal de las que se nutrieron posiblemente lugares como el Monasterio de Rueda o los alfolís de Zaragoza y Caspe. Se trata de las Salinas de Sástago.
Las Salinas de Sástago tienen el interés de ser el único caso de este tipo que conocemos en la Península Ibérica. Se trata de salinas pluviales que dependían totalmente de la lluvia y de la cantidad de agua de escorrentía que pasaba por las superficies salinas. Por eso se construyeron grandes depósitos, denominados depósitos de encube, de salmuera para recoger el agua caída en la laguna, elevándola con norias para después, a través de canalizaciones y acequias, dirigirla a las parcelas de evaporación o eras.
El edificio singular que hoy observamos debió de ser el almacén de sal, pues se accede a la primera planta a través de una rampa y dispone de contrafuertes propios de este tipo de instalaciones. (fotografías 24: Salinas de Sástago y 25: Salinas de Chiprana).
De Sástago a Fayón.
Para terminar nuestro recorrido por Aragón, una vez alcanzado el Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, al que ya nos hemos referido, debemos recorrer el tramo del río Ebro comprendido entre Sástago y Fayón, donde desemboca el Matarraña, a unos 50 m. de altitud sobre el nivel del mar.
Antes, el Ebro atraviesa Escatrón, Chiprana, Caspe y Mequinenza, donde se encuentra la gran presa del mismo nombre, la mayor en toda la cuenca del Ebro, con cerca de 1.500 hm3 de capacidad, destinada básicamente a la producción de energía hidroeléctrica.
A continuación se encuentra el embalse de Ribarroja, cuya presa se sitúa ya en Cataluña, junto al que se localiza el nuevo Fayón, una vez que el antiguo pueblo quedó sumergido bajo las aguas embalsadas en 1967.
Refiriéndonos de nuevo a Madoz, al describirnos lo que entonces era el Partido Judicial de Caspe nos dice: “Las aguas favorecen de un modo muy señalado a este territorio; además del río Guadalope que lo atraviesa de S. a N. y con el que se riegan las dilatadas huertas de Caspe y Chiprana, entran a fecundizarlo el Ebro, el Martín, el Algás y el Matarrana; el primero lo cruza también de O. a E. fertilizando con la abundantísima agua que estraen las norias puestas sobre el mismo de 85 palmos de diámetro, las ricas tierras de Sástago, Gertusa y Rueda; Algás riega a Fabara y Nonaspe; el Martín, las de Escatrón y el Matarrana paralelo como el anterior del Guadalope, las pingües de Fabara, Maella y demas pueblos restantes, menos las de Mequinenza, cuya mayor parte de terreno deben este beneficio al Cinca y Segre, que reunidos en su término dividen los territorios de Aragón y Cataluña y desaguan en el Ebro, al que también se agregan los arriba espresados, habiéndose antes sangrado por medio de azudes y norias, que es el método adoptado para facilitar el beneficio del riego. También dice Madoz que “como todos los pueblos del partido son de regadío, tienen proporción para que no les falten molinos harineros y de aceite, por cuya razón en todos se encuentran los que para sus usos necesitan”.
A MODO DE CONCLUSION
Ha sido un amplio recorrido por las riberas del río Ebro dibujando, fotografiando, y anotando cuanto nos contaban; anduvimos por collados, mieses, huertos, riberas, viñas, olivares, calaos, sotos, mejanas y villas. Aquí, en Aragón, junto a los meandros de las “riberas bajas” nos atrevemos a hacer una primeras valoraciones.
Las máquinas e ingenios que nuestros antepasados utilizaron para conseguir la energía de sus aguas, para los regadíos de sus tierras, para sus viviendas, para fabricar sus utensilios, ropas, alimentación, todos están hoy prácticamente en ruina, al borde de su desaparición. Algunas personas quedan también que, al enseñarnos aquellos vestigios, aún se emocionan al recordar aquellos viejos e ingeniosos mecanismos y que los describen con cariño pese a la dureza de tiempos más difíciles.
No solo los grandes acontecimientos han dejado los testimonios en la historia con las grandes obras de arquitectura, pintura, o la literatura. Nuestro territorio, las riberas de nuestros ríos, está lleno de estos otros testimonios que nos hablan de la vida cotidiana y que explican con mayor cercanía el acontecer de nuestros pueblos.
La arquitectura y la ingeniería popular, estos restos que aún nos quedan, estuvieron también representados en las miniaturas medievales de las abadías, en las enciclopedias del Renacimiento o en los textos árabes por quienes entendieron la importancia de las claves de la vida cotidiana. Paradójicamente nuestra actual sociedad da más valor a esas representaciones que al hecho mismo de su existencia abandonada en nuestras riberas.
Hemos visto, además, que el ingenio de los pueblos ribereños se adaptó a las condiciones del río en cada lugar: dependiendo de su caudal, velocidad o la pureza de sus aguas, las máquinas y las edificaciones, se adaptan de diferente forma en las tierras del Alto Ebro que en la Rioja, en Navarra o en Aragón. La adaptación de los conocimientos a las características medioambientales de cada lugar es una muestra más del ingenio de nuestros antepasados en su permanente encuentro con la naturaleza.
Sirva este trabajo, presentado en este ejemplar marco de la recuperación arquitectónica y de ingeniería del Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, para alertar del peligro generalizado de la pérdida de uno de nuestros patrimonios más auténticos.
Monasterio de Rueda Mayo 2008
Luis Azurmendi Pérez. Arquitecto.