III. EL ALTO EBRO

III. EL RÍO EBRO HASTA ARAGÓN.




Alto Ebro.



En las tierras altas, en las faldas del pico Tres Mares, a 2.222 m. de altitud, nace como río Hijar o como propiamente “Ebro” en la surgencia del lugar denominado Fontibre, a 920 m. de altitud. Atraviesa los macizos calizos de las montañas cantábricas hasta alcanzar, en este su primer tramo, las tierras de Miranda, en torno a los 400 m. de altitud, con lo que desde Fontibre a Miranda discurre con una pendiente menor de 0,3 % ; casi imperceptible comparándolo con tramos alpinos de montaña de otros ríos, como el Ródano, con pendientes muy superiores y un largo recorrido torrencial.



Por este carácter de río, “tendido” al decir de los habitantes de la montaña, el Ebro se va jalonando de multitud de pequeñas instalaciones hidráulicas para producir bienes de autoconsumo, como los batanes de lana y los molinos harineros tradicionales, que aprovechaban al máximo las aún livianas aguas del río. Los molinos, para la molienda de la escanda y cebada, base de la alimentación, y los batanes para enfurtir las lanas, base de su vestido.



La unión de Reinosa con el puerto de Santander, nueva salida del trigo castellano a la mar, en pleno siglo XVIII, fomentó una mayor construcción de molinos a lo largo de dicho camino. Así ocurrió en localidades como Reinosa y Nestares (850 m. de altitud), que sustituyeron los antiguos molinos por autenticas “fábricas de harina”. (fotografía 2: Patrimonio hidráulico de Cantabria).



El Catastro de Ensenada, a mediados del siglo XVIII, señala ya cuatro molinos sobre el río Ebro a su paso por Reinosa, que fue así un centro urbano vinculado al río, con una función de intercambiador de mercancías entre el Cantábrico y el eje del valle del Ebro que conecta con el Mediterráneo.



En 1751 el rey Fernando VI retoma una idea del siglo XVI y encarga al capitán de navío Fernando de Ulloa y al ingeniero francés Carlos Lemaur la ejecución de canales navegables, que fue llevada a cabo en los dos años siguientes. Como consecuencia, uno de los proyectos, que afectaría a Reinosa, realizado por Lemaur en 1752, pretendía la navegación desde Segovia hasta el Puerto de Santander, pero pronto se mostró técnicamente irrealizable.



Al borde de Reinosa se encuentra el gran embalse del Ebro. Obra de 1946, del ingeniero Manuel Lorenzo Pardo, artífice del Plan Nacional de Obras Hidráulicas y fundador de la Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro en 1926. Este pantano supondrá un radical cambio en la estructura territorial y social del valle, que desapareció prácticamente bajo sus aguas, con 6.253 ha. ocupadas, mientras buena parte de la gran capacidad de embalse, unos 541 hm3 de agua, se utiliza para regular el caudal de las zonas de regadío y abastecimiento de poblaciones aguas abajo del valle del Ebro.



La creciente abundancia de agua y madera en el tramo entre Reinosa y Valderredible (698 m. de altitud) permitió la instalación de edificios de gran envergadura, como son las ferrerías o instalaciones para obtener hierro. El agua movería fuelles o barquines y mazos y la madera serviría para conseguir el carbón vegetal necesario para los hornos. Ferrerías como las de Horna, hoy bajo las aguas del pantano, o la de Bustasur, aún en pie, son ejemplares únicos que testimonian la tradición de fabricación del hierro con energía hidráulica. La proximidad de especialistas del País Vasco permitió la importación de una tecnología que se desarrollará, junto a la influencia de la “farga” catalana, a lo largo de todo el perímetro del valle del Ebro. Así, encontraremos instalaciones de este tipo en los Pirineos, Sierra de la Demanda, valles de Ezcaray y lugares como la sierra de Gúdar, en Teruel. (fotografía 3: Ferrería en Cantabria).



El curso del río por estas tierras cántabras cruza reservas forestales muy importantes a espaldas del Monte Hijedo hasta Aldea de Ebro, singular conjunto en cuyas riberas encontramos un muelle-balnerio y un doble molino, el de Riconcho, que no sólo conserva su maquinaria sino también el testimonio de sus dueños, de su trabajo de antaño ya desaparecido. Lo mismo sucede aguas abajo, en los ríos afluentes, donde la tradición molinera ha resistido hasta hace muy pocos años, con testimonios inestimables de la tradición perdida. (fotografía 4: Molino de Aldea de Ebro).



Otras cuencas sirvientes del Ebro, situadas en alturas superiores a los 900 m. y con un clima extremo, no fueron tradicionalmente ricas en tierras de cultivo, y a pesar del auge del comercio de harinas en la región a lo largo del siglo XIX, permanecieron, por lo general, al margen de esas corrientes de renovación tecnológica. Excepción muy relevante son los molinos situados en el río Polla, como el molino de Arcera, llamado La Fábrica que, como el anterior, aún conserva su actividad y el magistral testimonio de sus molineros . (fotografía 5: Molino de Arcera)



Quizás esta escasez de tierras de cultivo, aguas abajo, propició la tradicional especialización en diversos oficios de los vecinos de Reocín de los Molinos, cuyo buen hacer profesional e itinerante era bien conocido en la región.



Estos pequeños afluentes del río Ebro proporcionaron un gran número de molinos, que según el Catastro del Marqués de la Ensenada fueron catorce en el lugar de Reocín de los Molinos, “todos, sobre el río Polla, en su curso medio-bajo, antes de rendir sus aguas en Bárcena de Ebro (Valderredible) y todos de una sola rueda”.



Estos molinos serán todos de rodete y saetillo, de una o dos ruedas, e irán jalonando el río hasta los límites de Polientes, en tierras de ermitas rupestres, tumbas antropomórficas y construcciones del románico más puro, como San Martín de Elines.



El molino del Cañal, milagrosamente conservado en Campo de Ebro, dispone de sistemas de regolfo, siendo el primero que hemos conocido de este tipo en todo el recorrido y del que posiblemente sea la referencia del Catastro: “El río Ebro al correr por esta villa movía un molino de dos ruedas que, a mediados del siglo XVIII, fecha del Catastro de Ensenada, pertenecía a 33 vecinos de Polientes, Rocamundo, Arenillas y San Cristóbal.”(fotografia 6: Molino El Cañal).



El mismo documento nos informa de que el Ebro, a su paso por esta villa, hacía girar las dos ruedas del Molino de Valperal, que -aunque radicado en Polientes- era propio del Concejo y vecinos del colindante lugar de Rocamundo. A su vez, las aguas de arroyo de Los Troncos movían un molino de una rueda, repartido entre dieciocho vecinos de la villa y términos próximos.



Aguas abajo, el río se ve estrangulado por cordones rocosos con cimas de referencias ancestrales, como Peña Camesia, que, horadadas, forman los cañones de Orbaneja del Castillo, a 640 m. de altitud, donde el valle se convierte en un impresionante cañón, con desniveles de borde de más 300 m., en acantilados en cuyo fondo parece difícil encontrar artilugios hidráulicos; pero lo inverosímil se hace realidad en dos molinos colgados en Orbaneja del Castillo, acompañados por caprichosas cascadas teñidas de verde en formaciones calcáreas de toba que tendrán su esplendor en el pozo azul del cercano río Rudrón, la cavidad subacuática más larga de España.



El curso fluvial continúa por la Merindad de Valdivieso hasta Frías, donde un pequeño respiro geográfico permite localizar el río afluente Molinar, con sus siete molinos consecutivos. Pasado el conocido puente de Frías, el río va encajonándose de nuevo y es embalsado por la presa de la central nuclear de Santa Maria de Garoña.



En Miranda de Ebro, a una altitud de 454 m., tiene lugar la primera expansión generosa del valle, habiéndose salvado cerca de 400 m de desnivel desde Fontibre. El río habrá recibido hasta entonces afluentes como Nela, Bayas y Zadorra por la margen izquierda y Rudrón, Oca, Molinar y Oroncillo, por la derecha.



Miranda de Ebro fue también tierra molinera, contabilizándose hasta siete molinos en el siglo XVIII en el afluente Oroncillo . Más trascendencia tiene desde el punto de vista histórico el denominado cauce de “La Picota”, de origen medieval y documentado al menos desde el siglo XV . Por primera vez reconocemos la voz “cubo” en el Molino de Santa Gadea, pero tan interesante como esto es encontrar otro molino donde, por segunda vez en este recorrido, aparece el término “regolfo”. La bibliografía habla de norias para regar, pero no hemos podido confirmar su existencia.



Aparecen también en esta ciudad noticias de crecidas e inundaciones con graves consecuencias, noticias que ya, a partir de aquí, encontraremos a lo largo de todo el recorrido del Ebro.



Al nordeste de Miranda discurre la Ribera Baja, y más al norte la Ribera Alta, donde se encuentran las Salinas de Añana, en territorio alavés. Poco más adelante encontraremos también las Salinas de Herrera, que conservan una noria para la elevación de aguas a las parcelas de evaporación, y las Salinillas de Buradón. Todas ellas, junto con el conjunto de Poza de la Sal y las de Rosio, al norte de Frías, conforman una zona de restos de explotación salinera excepcional desde un punto de vista etnográfico. No veremos ya más salinas hasta los Monegros y la desembocadura del Ebro.